El discurso del alma: poesía y espiritualidad
*El siguiente artículo fue publicado originalmente en la revista Criterio #2474 (marzo de 2021)
“En el principio la Palabra ya existía.
La Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios.” (Juan 1:1)
Místicos, filósofos, teólogos e incluso magos de todos los tiempos y culturas parecen recurrir a la poesía y a veces, llegar a ella como un fin. A qué nos referimos con “poesía” es ya una pregunta filosófica y, por lo tanto, imposible de responder con certeza, al menos por ahora. Pero si pensamos en la palabra como una de las pocas dimensiones puramente humanas (o que nos caracterizan como tales), entonces parece natural buscar las relaciones entre las formas de discurso y las formas de la experiencia humana en sí.
Si bien el lenguaje suele asociarse
con un rasgo racional y una lógica aristotélica, esta forma de experimentarlo
se limita al plano consciente y controlado que va desde el discurso científico
al uso de la retórica en todas sus formas. Teóricos y lingüistas (entre los
cuales destaca la propuesta de Julia Kristeva[1])
han acordado que el lenguaje poético se escapa de la estructura rígida del
lenguaje racional, marcada por leyes, causas y consecuencias. La poesía hace
uso del mundo simbólico y pre-simbólico que le da forma a nuestro inconsciente,
a nuestra intuición y en general a lo que se escapa de nuestro entendimiento.
Aquello que no podemos traducir en una lógica estricta, pero sin embargo está
ahí.
En este sentido, y partiendo de una
división entre cuerpo, alma y mente consciente (no por convicción filosófica,
sino para fines prácticos de este artículo) puede servirnos de introducción la
perspectiva del escritor estadounidense y psicólogo Bill Plotkin:
Dado que el alma prefiere hablar en
imágenes y símbolos, la poesía (nuestra y de otros) es un camino natural al
alma. La poesía, “el discurso del alma”, une las partes lineales y lingüísticas
de la psique con las partes imaginales y holísticas, disponiendo la mente
pensante al servicio del alma, la imagen y el sentimiento.[2]
El autor llega a esta conclusión en
el contexto de su propio método de búsqueda espiritual, basado en el contacto
con la naturaleza y la integración de conocimiento de culturas antiguas de todo
el mundo. Pero esta sensibilidad y necesidad de la palabra poética está
presente en místicos de todas las religiones, siendo el islam una de las más
significativas en este ámbito. El origen de su tradición poética se remonta a
la Arabia preislámica, donde los poetas más reconocidos competían en certámenes
periódicos que, en ocasiones, se celebraban para sustituir conflictos bélicos entre
pueblos. Esta tradición tuvo un impacto directo en el contexto del profeta
Mahoma y sus revelaciones o suras, que después de varias décadas se irían
recopilando y reorganizando para dar como resultado el Corán.
En el islam, la tradición poética y
la religión están tan alineadas que la misma palabra del Corán representa el
milagro divino; se dice que cuando se cuestionaba el carácter de profeta de
Mahoma, argumentando que no había hecho milagros similares a los de Jesús, este
respondía que su milagro eran las suras del Corán, pues ningún hombre sería
capaz de idear palabras de tal belleza a menos que, como en su caso, le
hubieran sido reveladas por Dios mismo.
Pero
después de Mahoma y sus revelaciones, el islam siguió germinando en grandes
maestros espirituales y de la palabra. Jalāl ad-Dīn Muhammad Rūmī, más conocido
como Rumi, no solo es el místico Sufí más conocido fuera de la tradición
islámica, sino que también ha sido uno de los poetas más leídos en occidente.
Siguiendo casos como el de Santa Teresa de Ávila en la tradición cristiana…
“Vida, ¿qué puedo yo darle / a mi Dios que
vive en mí, / si no es el perderte a ti,
/ para merecer ganarle? / Quiero muriendo alcanzarle, / pues tanto a mi Amado quiero, / que muero porque no muero.”[3], no
es una sorpresa que ciertos poemas de Rumi se clasifiquen como poemas místicos
y, al mismo tiempo, como poemas de amor.
Esto es amor: volar al cielo, a cada momento rasgar
cien velos;
En principio, interrumpir la respiración: primer paso,
renunciar a los pies;
Despreciar este mundo, ver solo lo que tú mismo has
visto.[4]
Al final del día, el concepto del Amor de Dios y el Amor a
Dios también es fundacional al misticismo cristiano. Es entonces que podemos
establecer otro vínculo estrecho entre poesía y espiritualidad, que de algún
modo parecería haber estado siempre ahí. Si la poesía es el lenguaje del alma,
del mundo de los sentidos y la emoción, entonces la poesía mística es una
consecuencia casi natural de la experiencia espiritual o religiosa, donde
monjes y maestros espirituales han dado cuenta desde siempre de la superioridad
de la experiencia religiosa o el éxtasis espiritual en comparación con los
placeres terrenales.
Pero uno de los puntos de análisis más interesantes cuando
pensamos en estas experiencias místicas, es la similitud entre algunas de las
experiencias de los individuos que han dado cuenta de ellas en sus textos, ya
sean filosóficos, teológicos, predicaciones o poemas. Una de estas revelaciones
comunes es la que podemos denominar como “universarlidad” o “totalidad de la
divinidad”.
Algunos maestros religiosos ya han puesto nombre a este
concepto, siendo Ibn Arabi uno de los más destacados dentro del islam. Este
maestro desarrolló en su obra un concepto que hoy en día se conoce como “unidad
del ser” y que es sumamente complejo, pero puede resumirse en la idea de que no
existe nada más que Dios, en tanto que Dios es ilimitado. No hay una “creación”
externa a Dios, sino que lo terrenal y lo que existe son manifestaciones
diversas de lo divino. Simultáneamente, lo que existe es todo lo que Dios no
es, porque las cosas del mundo son mortales, imperfectas y limitadas. Para
explicar esta paradoja, se suele usar la idea de “sombra o proyección”, en
donde las cosas del mundo son el resultado de la intersección entre lo divino e
ilimitado, que excede nuestra comprensión, y la nada misma, del mismo modo que
una proyección o sombra es el resultado de la intersección entre la luz y la
superficie o el obstáculo.
Ibn Arabi expresó esta idea en numerosas obras literarias
y poéticas, donde usa el concepto de unidad del ser para desarrollar un amplio
trabajo filosófico y teológico que va en contra de algunas prácticas religiosas
que él considera como idolatría y que limitan la naturaleza absoluta de Dios,
pero que simultáneamente contienen una fracción de la verdad de ese Dios,
porque este se manifiesta en todo lo que existe.
¡Oh, maravilla! un jardín en medio de las llamas.
Mi corazón se ha vuelto capaz de tomar todas las
formas:
es pasto para gacelas y un convento de monjes
cristianos,
y un templo para los ídolos y la Kaa'ba del peregrino,
y las tablas de la Torá y el libro del Corán.
Yo sigo la religión del amor: cualquier camino que
tomen los camellos del amor,
esa es mi religión y mi fe[5]
Pero yo había argumentado que esta
certeza de unidad trasciende a una sola religión o experiencia mística. Y es
verdad, dentro del cristianismo hubo figuras como el dominico alemán Meister Eckhart, que
predicaba ideas similares cuando hablaba del grunt (que traduciré libremente como “basamento” o “fundamento”) de
dios, y que era común a todas las cosas. Estas ideas, a pesar de haber sido
sumamente influyentes, se veían con desconfianza por parte de algunas
autoridades eclesiásticas de la época, hasta que Juan XXII le inició un juicio
por herejía. Eckhart murió por causas naturales antes de que se diera un
veredicto.
Avanzando en la historia hasta el siglo XX y pasando al
universo de las religiones orientales, vale la pena detenernos en la
perspectiva de algunas tradiciones budistas sobre la unidad. Dado que el
budismo no cuenta con un dogma que lo unifique como en las religiones
tradicionales, no podemos generalizar. Sin embargo, podemos acordar que la base
de la práctica budista implica la búsqueda de un despertar de la conciencia a
través de la meditación. El maestro budista de origen estadounidense y guía
espiritual Ram Dass, puso en palabras la unidad universal de la siguiente
manera:
Hoy hicimos nuestras últimas meditaciones sobre el
pasto. Llevábamos la atención por sobre nuestra cabeza y después devuelta al
corazón. Subíamos hacia la callada presencia impersonal de Dios, y bajábamos,
hacia el apego emocional con la humanidad. Cuando nos rendimos a esta práctica
una y otra y otra vez, llega un punto en el que los cables que te atan a este
plano empiezan a ser sutiles... Tan sutiles, que pareciera que con solo un
estornudo vuelves dentro de Dios, vuelves a eso que no tiene forma. [6]
Si bien Ram Dass no escribió poesía,
al igual que Meister Eckhart predicó mucho, y lo hizo con una absoluta belleza
y magnetismo. Volviendo a la pregunta inicial de ¿qué es poesía?, ahora
podríamos dudar entre los límites que dividen los poemas de Rumi e Ibn Arabi de
las predicaciones y charlas de Eckhart o Ram Dass.
Pero si seguimos el rastro de la
unidad universal en la poesía secular de los últimos siglos, encontramos
incontables y maravillosos ejemplos. Desde el norte de América, el maestro Walt
Whitman no duda en reconocer lo divino en todas las cosas:
una hoja de hierba es tan perfecta como la jornada sideral de las
estrellas,
y
una hormiga,
un
grano de arena
y
los huevos del abadejo
son
tan perfectos también.
(...)
un ratón es milagro suficiente para convertir a seis trillones de infieles.
(...)
todo mi cuerpo está impregnado
de
cuadrúpedos
y
de pájaros [7]
De Whitman serían herederos todos los poetas modernos. Junto al
Gualeguay, Juan L. Ortiz escribió: “Oh, arder en el amor de la tierra y de sus criaturas (...) /
arder en la nostalgia de la total relación”[8].
Pablo Neruda incluso tituló a uno de sus poemas “Unidad”:
Me
rodea una misma cosa, un solo movimiento:
el
peso del mineral, la luz de la miel,
se
pegan al sonido de la palabra noche:
la
tinta del trigo, del marfil, del llanto,
envejecidas,
desteñidas, uniformes,
se
unen en torno a mí como paredes.[9]
Y en el gran poema de Octavio Paz, “Piedra de sol”,
también encontramos versos que revelan esta certeza:
todo se
transfigura y es sagrado,
es el centro del
mundo cada cuarto,
es la primera
noche, el primer día,
(...)
las máscaras
podridas
que dividen al
hombre de los hombres,
al hombre de sí
mismo,
se derrumban
por un instante
inmenso y vislumbramos
nuestra unidad
perdida[10]
¿Cuál es la razón de esta experiencia
común y, sobre todo, de esta necesidad poética de transmitirla? Los argumentos
sobre la influencia que pudo tener el neoplatonismo o la filosofía aristotélica
tanto en místicos islámicos como cristianos, parecen muy lejanos ahora. La
experiencia de universalidad está presente en religiosos y poetas de diversas
geografías y épocas, incluyendo el siglo XXI. Dos ejemplos de poetas jóvenes
argentinos en los que está presente esta temática son Rita
Gonzalez Hesaynes: “El universo es el cristal más
puro:/ desde una partícula/ refleja/ la interfaz entera.”[11] Y Alan
Ojeda: "Sentirnos envueltos por otro/ y vernos reflejados/ en las burbujas
tornasoladas de Dios."[12]
Tras este recorrido por los meandros
de la poesía, la espiritualidad y el universo, puede que al lector se le haya
venido a la mente cierto escritor argentino, que se obstinó en demostrar
incansablemente, entre tigres, bibliotecas y laberintos, el todo dentro de lo
individual. Habiendo sido colaborador de esta revista, siento adecuado dejarle el
cierre de este texto, pues en su tiempo se adelantó a las reflexiones que yo me
he atrevido a esbozar el día de hoy.
La suma
-Jorge Luis Borges
Ante la cal de
una pared que nada
nos veda imaginar
como infinita
un hombre se ha
sentado y premedita
trazar con
rigurosa pincelada
en la blanca
pared el mundo entero:
puertas,
balanzas, tártaros, jacintos,
ángeles,
bibliotecas, laberintos,
anclas, Uxmal, el
infinito, el cero.
Puebla de formas
la pared. La suerte,
que de curiosos
dones no es avara,
le permite dar
fin a su porfía.
En el preciso
instante de la muerte
descubre que esa
vasta algarabía
de líneas es la
imagen de su cara.[13]
Giovanna Cirianni Peregrina
Enero de 2021
[1] “El sujeto en cuestión:
el lenguaje poético”. En “La identidad”, Julia Kristeva
[2] “Soulcraft”, Bill
Plotkin. New World Library, 2003. Traducción del inglés de la autora.
[3] “Vivo sin vivir en
mi”. Recuperado de: https://www.teresavila.com/poema/1-vivo-sin-vivir-en-mi/
[4] “Mystical
Poems of Rumi 1”, A.J. Arberry. The University of Chicago Press, 1968.
Traducción del inglés de la autora.
[5]"The Interpreter of Desires
(Tarjuman al-ashwaq)", Ibn Arabi. Translated by Reynold A. Nicholson.
London: Royal Asiatic Society. Traducción del inglés de la autora.
[6] “On the pull to god”,
Ram Dass. Transcripción y traducción de una conferencia de 1975 en Orlando,
Florida, de Francisco López Rivarola.
[7] “Canto a mí mismo”, Walt Whitman. Poema 31. Traducción del inglés de León Felipe.
Losada, 1984.
[8] “Sí, sobre la tierra”,
Juan L. Ortiz. Recuperado de https://aromitorevista.blogspot.com/2010/05/juan-l-ortiz-si-sobre-la-tierra.html
[9] Recuperado de: https://www.poemasde.net/unidad-pablo-neruda/
[10] “Piedra de sol”, Octavio
Paz. Clío,
1998.
[11] Poema inédito.
[12] “Devociones”, Alan Ojeda. Zindo & Gafuri, 2017.
[13] “Los conjurados”, Jorge Luis Borges. Emecé, 2005.
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