Díptico entrelazado: Damian Saban y un sueño cumplido
Fotografía: Ale Carmona |
En noviembre de 2023 fui con tres amigues a ver el ciclo Noche de piezas cortas, un programa de danza independiente en Aérea Teatro. A la salida fuimos a tomar una cerveza y empezamos a discutir sobre lo que habíamos visto. Les pregunté qué obra les había gustado más, y dos de elles respondieron “la última”. Yo estuve de acuerdo y comenzamos a charlar nuestras impresiones, relacionándola con Matrix, Alien, Black Mirror, nuestras propias angustias y mil cosas más. Agregué que reconocía a los intérpretes, parte del Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín. El tercero, sin embargo, no estuvo de acuerdo con nuestras apreciaciones. Argumentó que le parecía demasiado técnica, y comenzó un debate larguísimo a pesar de ser tres contra uno. Sin duda fue la obra sobre la que estuvimos hablando más tiempo. Era Oh soledad! Mi elección más dulce, de Damian Saban.
Hace unas semanas, entre la lluvia de imágenes que pasa por mi teléfono todos los días, me detuve a mirar varias veces un pequeño video que había compartido mi amiga Lara Rodríguez, bailarina del Ballet Contemporáneo. Ocho bailarines caminaban lentamente en unísono, moviendo el pecho al ritmo de un corazón latente. Lara me dijo que estaban montando No me dejes caer, una nueva obra de Damian Saban a estrenar en Díptico entrelazado, programa doble junto a Oh soledad!…. Me pasó el número de Damián y le pregunté si podía ir a un par de ensayos para escribir una crónica. Me dijo que sí.
Crónica de un proceso
El 18 de agosto entré al salón de la sede Congreso de Piso2 con mi cámara y me presenté. El texto recién iba tomando forma en mi cabeza, pero tenía claro que quería verlos trabajar de cerca y tener una probadita del proceso creativo. Antes de arrancar, Damian les dice a sus bailarines el plan del ensayo y avisa que trajo merienda. Es de tarde y ya circulan un par de mates. “Coman ahí en la mesita, que el otro día me retaron porque dejamos migas” les dice con una mezcla de liderazgo y complicidad. Esas dos palabras podrían sintetizar el lugar de Dami en el ensayo. Es claro con sus pedidos, pero cercano. No solo comenta la coreografía con los bailarines, también los hace parte del diseño escénico y el proceso del vestuario.
El ensayo se centra en el montaje de una de las escenas y tengo la oportunidad de ver esos primeros bocetos. Pongo especial atención en algunas indicaciones muy detalladas. Damian les pide que cuiden las direcciones de la cabeza, que sean bien distintas e impredecibles para que se preserve el efecto de un momento en que todos deben mirar al mismo tiempo en la misma dirección. Muchas de las indicaciones hablan de contrastes: conformación de una imagen conjunta que luego se desarma, o lograr un movimiento marcado pero blando. Esto último me lleva a pensar en ese corazón grupal que había visto en el video, y en todas las formas de movimiento que pueden remitir a un corazón. Noto que Damian habla de movimientos eléctricos, espasmódicos, de cuerpos que se inflan y se desinflan.
La dimensión física del corazón se trenza con una dimensión simbólica. A los pedidos individuales sobre calidades y sensaciones del movimiento se añaden indicaciones de grupo: aparece la imagen de la relación comunitaria y la tribu, los afectos y la sexualidad. Los bailarines se engarzan en una máquina orgánica en funcionamiento, un mismo órgano que no solo bombea sangre, sino que también refleja las pasiones más fuertes.
En un momento se forma una diagonal donde mueven rápidamente los brazos de arriba hacia abajo frente a su cara. “Piensen en una lluvia de recuerdos, como cuando Neo ve la matrix y ve cómo cae toda esa información frente a él”, indica Damian. Me vienen mil cosas a la cabeza. Pienso en esa lluvia de imágenes del principio, donde hubo una que no pasó de largo y por la que estoy ahí ese día. Pero también en la nostalgia, eso que le pasa al corazón cuando escucha una canción, ve una foto o percibe un aroma que abre la canilla de los recuerdos, que corren frente a uno sin control.
Diez días después volví a Piso2, esta vez al final del ensayo para entrevistar a Damian. Le había pedido que nos acompañaran también un par de bailarines, así que nos sentamos en un café con Constanza Agüero, bailarina, y Vicente Manzoni, asistente de dirección. Además de sus roles en esta obra, les tres son bailarines del Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín y formades en el Taller de Danza Contemporánea del mismo teatro, al igual que el resto de les intérpretes. Les pedí que se presentaran mutuamente.
Vicente: Con Dami venimos trabajando desde el año pasado. Yo no lo conocía cuando ingresé al Ballet, y lo pensé como una oportunidad para conocerlo mejor. Siempre ha tenido una mirada de la danza que comparto muchísimo, una mirada que involucra sensaciones, dinámica, ritmo, calidades en el movimiento, pero también diferentes formas de abordarlas. Además es una persona muy activa, con ganas todo el tiempo de crear, de proponer, de hacer. Tuve la oportunidad de bailar en otra obra de él y fue todo un reto, porque tiene un lenguaje de movimiento bastante complejo y preciso. También tiene una forma de moverse que uno tiene que incorporar al cuerpo, a la dinámica propia. Me gusta trabajar con él porque es un desafío. Además no hay miedo ni temor en el trabajo, sino que es seguro, uno pone el cuerpo y ve cómo surgen las cosas, con mucha creatividad en el momento.
Damian: Conti es mi amiga desde que entramos al Taller del San Martín. Pasamos por un montón de situaciones personales y artísticas, crecimos juntos y entramos a la compañía. Siempre tuve ganas de crear, de dirigir, de generar estos procesos creativos, y Conti siempre estuvo cerca mío desde el lado artístico. Más allá del resultado, me gusta mucho el proceso, me motiva y me da mucha felicidad y disfrute. En la escuela teníamos un Trabajo de Integración Final, que es como una tesis. Para mí ahí empezó a surgir un germen de lo que me gustaba, del tipo de trabajo que quería abordar. Conti fue una de las cuatro bailarinas con las que trabajé. Es una bailarina hermosa, con muchas condiciones físicas, mentales y artísticas para llevar a cabo el rol de intérprete y bailarina. A mí siempre me dio mucho placer trabajar con ella porque involucra el lado artístico por sobre todas las cosas.
Constanza: Vicente es un tremendo bailarín y es la primera vez que trabajo con él. Como intérpretes no hemos compartido tanto, pero ahora como asistente siento que aporta una mirada fresca del material, porque él fue bailarín de Dami en la obra anterior y se apropió de esa búsqueda. Obviamente él le pone lo suyo, pero le ofrece posibilidades que quizás no había pensado, aporta otro brillo al trabajo. Dami confía mucho en él, le da libertad para que haga, pruebe. El asistente pone el cuerpo, pero también tiene que tener otra mirada. No es solamente decir "hiciste bien o mal el paso", sino ser el otro ojo cuando Dami está enfocado en la música o en la estructura general. Es como un segundo Damián, todo lo que él diga es válido. Tiene incorporado el lenguaje y nos intenta ayudar a nosotros a encontrarlo, lo vas a poder ver bailar en la segunda obra del programa. Como asistente está muy seguro de todas las decisiones porque Dami le tiene mucha confianza. Los chicos dicen "yo tengo una duda" y ahí está él.
Vicente: Siento que mi asistencia no es solo "cinco, seis, siete, ocho", contar y limpiar las cosas, porque yo no soy bueno en eso.
Giovanna: Igual te vi limpiando el otro día… [risas]
Vicente: Bueno, pero soy malo limpiando.
Para Damian, la creación siempre es co-creación. No se considera solamente director, tampoco ve a Vicente solamente como asistente o al elenco solamente como bailarines, porque todos aportan ideas y creatividad. Para él siempre se trata del conjunto, lo que se genera entre todes: “Me entristece cuando veo a una persona aislada del proceso, que simplemente viene a cumplir. Vamos a hacer la obra, eso está claro, pero además hay un trabajo en equipo, fraternal, con cariño, con amor. Estamos haciendo arte, no debemos olvidarnos de eso”. También considera importante tener plena confianza para hablar de sus debilidades con la asistencia y con los bailarines. Si no puede resolver algo, no le gusta esconderlo.
Damian habla de su equipo, en y detrás de escena, como un auténtico dream team. Como coreógrafo freelance, pocas veces decide con qué tipo de bailarines o en qué condiciones trabajar, lo cual suele ser enriquecedor y desafiante para ambas partes. Sin embargo, en sus propios proyectos decide trabajar con bailarines profesionales. Una de las razones es el tiempo. En la presente situación económica y social de la Argentina, no es sostenible un proceso de creación independiente demasiado extenso. En ese sentido, el entrenamiento y la experiencia de los bailarines profesionales permiten que una obra como No me dejes caer se desarrolle en cuestión de unos pocos meses.
Después de la tesis del Taller, y ya como parte del Ballet Contemporáneo, Damian y Constanza compartieron otro trabajo junto a otras tres bailarinas, que implicó un proceso de investigación de un año. Esa primera obra de Damian se llamó Atemporal. Para él fue un desafío dirigir en un contexto totalmente profesional, pero siempre mantuvo la capacidad de jugar con los conceptos y de sorprenderse de sí mismo con las posibilidades. La obra tuvo muchas respuestas positivas y tuvieron la posibilidad de llevarla de gira y presentarla en varios festivales. Para Constanza, hay un germen, una línea de continuidad que ya se puede observar en esos primeros trabajos, y que fue creciendo hasta convertirse en las dos obras que componen Díptico entrelazado.
Oh soledad! Mi elección más dulce
Oh soledad!… surgió como un desafío por parte de tres amigos y compañeros del Ballet de Damian que habían visto Atemporal. Él no quería hacer una obra, pero accedió a un formato corto para presentar en galas de danza, que en la Argentina son siempre de danza clásica. Para entrar en el formato, la coreografía tenía que tener mucha técnica, virtuosismo, acrobacias y una expresividad directa y frontal para poder llegar al público en pocos minutos. Recuerdo los comentarios de mi amigo cuando vimos la obra en 2023, y no puedo evitar sonreír al pensar que esas características con las que él no había conectado, no solo habían sido conscientes, sino un punto de partida.
La primera inspiración fueron dos obras musicales: O solitude, my sweetest choice (que da título a la obra) y My heart's in the highlands, así como tendencias coreográficas de compañías europeas que Damian había conocido recientemente: “Yo había viajado a Europa, donde tomé muchas clases. Ponía atención a las palabras clave que usaban en las clases de Gaga, en Ámsterdam, en Holanda, en Suiza”. El montaje empezó un verano de vacaciones en Mar del Plata, ante una invitación a una gala en esa ciudad, pero terminó siendo una obra de más de veinte minutos. Después de esa primera presentación, Oh soledad!… siguió creciendo, cambió el vestuario, cambiaron los intérpretes, se presentó en festivales, y en varios programas compartidos. Uno de esos programas fue Noche de piezas cortas, donde yo la vi por primera vez.
Díptico entrelazado es el primer programa donde Damian presenta únicamente obras suyas: “En esta ocasión me pareció una linda oportunidad de seguir moviendo Oh soledad!…, ya que está tan bien ensamblada y tiene tanto cuerpo. Y qué mejor que con un programa hecho por mí. Para hacer las cosas no siempre hay que esperar que te llamen. Si vos querés hacer algo, hacelo. ¿Necesitás dinero? Bueno, ¿y cómo se consigue dinero? Hoy en día salgo de mi casa a las 8 de la mañana y vuelvo a las 11 de la noche, de lunes a lunes. Ese es el precio que tengo que pagar para hacer esto. Pero sé que después es mucho más redituable para mí en disfrute, en tranquilidad, en felicidad, en saber que yo pude hacer algo que tenía muchas ganas. Ese deseo, para mí, es la felicidad en una persona”.
Fotografía: Ale Carmona |
No me dejes caer
El proceso de No me dejes caer fue más consciente y personal. A partir de una ruptura que lo afectó profundamente, Damian comenzó a procesar el duelo a través de su danza y de otra herramienta menos habitual para él, la escritura: “Una noche agarré el celular y empecé a escribir sin pensar. De pronto me di cuenta que había escrito un poema que hablaba de todo lo que extrañaba. Y al final decía: ‘y ahora estoy acá, en una caída libre’. A partir de eso surgió el título”. Después redactó el proyecto y no tuvo duda de que tenía que llevarlo a escena. El primer lugar al que apuntó fue al Ballet Contemporáneo, pero la situación contractual y presupuestal del país no lo permitió. Aún así, haber recibido una respuesta positiva de los directores lo motivó aún más a hacerlo por su cuenta.
Al poco tiempo lo contactaron para presentar un programa en El Foco, un espacio nuevo con posibilidades poco convencionales: “Yo esperaba solamente una caja negra, pero cuando fui a ver el espacio me mostraron un pasillo en un subsuelo y mi cabeza explotó, dije: ‘yo quiero usar esto también’. En ese momento convoqué a los bailarines, a Vicente, a Julieta (mi asistente de producción) y empezamos a trabajar pensando en ese espacio”. Así, El Foco se sumó a ese diálogo constante y trabajo en equipo que hacen posible el programa.
Una marca personal
En Oh soledad!… la protagonista abre y cierra la obra, con un ensamblaje argumental y narrativo. En contraste, los protagonistas de No me dejes caer van cambiando, con una estructura más dinámica. Podríamos decir que ambas son parte el Universo Saban, dos obras que cuentan historias autorreferenciales y muy conectadas con la emocionalidad. “Una es más oscura, hasta un poco neurótica, y la otra es más nostálgica, vislumbrando una idea de poder seguir adelante con la vida, con algo nostálgico y tranquilo. El leitmotiv es el latido del corazón en todas sus posibilidades”, reflexiona Damian, para quien la música es primordial en el proceso creativo y desde la cual elabora los ambientes y conceptos clave. Muchas veces esas referencias musicales terminan formando parte de la obra como temas intervenidos. En Oh soledad!… se escucha una versión de Like Spinning Plates, y en Atemporal, Unchained Melody. La música de No me dejes caer es de Manuel Saldanio, compuesta por sonidos de fábrica y de interferencia, música techno, voces que se mezclan con latidos de corazón, para terminar con una ópera. “Me dejó muy sorprendido, el trabajo que hizo es increíble. En conjunto es algo hermoso porque tiene una cohesión, no es abrupto el cambio, sino que es muy orgánico”, dice Damian. Todos los temas estarán disponibles en una playlist de Spotify para que cualquiera la pueda descargar y escuchar.
Lo que más le importa a Damian con respecto a sus bailarines es que sean buenos intérpretes, es decir, que puedan traducir y reinterpretar desde su propio lenguaje personal lo que él propone. Es una combinación compleja, porque requiere que los bailarines se apropien del material sin alejarse demasiado de la búsqueda del coreógrafo. Es por eso que Saban siempre empieza dando herramientas de interpretación y de calidades, para que cada quien pueda interpretar el movimiento con estas pautas.
Constanza cuenta que siente una conexión muy profunda con estas obras: “Lo que más me mueve a la hora de interpretarlas es la traducción emocional. En todas las obras en las que he participado con Damian siempre hay una búsqueda más allá del lenguaje del movimiento, que comienza de una manera netamente física, pero rápidamente se convierte en algo mucho más complejo. Es un estado que trasciende la técnica y es muy personal, cada uno llega a su manera. Aunque me digan cuál es el tema, para mí es sólo un disparador, en mi viaje personal puedo llegar a un lugar completamente diferente”.
En las obras de Damian los bailarines nunca salen de escena, con el objetivo de que no se desconecten del estado emocional. “Involucro mucho las emociones porque en mi vida personal, soy intenso, dramático y muy sensible. Trato de transmitir eso a mis intérpretes para que puedan experimentar lo mismo que yo cuando bailo”, confiesa. Como coreógrafo y ensayador, también se ha tenido que replantear las lógicas tradicionales y jerárquicas de la danza profesional: “Dirigir implica aprender a convivir, ser tolerante y flexible. Cuando estoy dirigiendo muchas veces aparecen los fantasmas de los coreógrafos que me dirigieron a mí y me encuentro imponiendo métodos que no quiero. Estoy buscando una nueva lógica, un diálogo más colaborativo. La dirección no solo se trata de crear arte, sino también de gestionar relaciones y emociones. No me enseñaron a dirigir ni a manejar estas dinámicas humanas, todo es un proceso continuo de aprendizaje y adaptación”. Esta reflexión ha condicionado su manera de ver la creación artística, entendiendo que detrás de toda obra hay primero una comunidad.
Damian no puede contener la alegría cuando habla de No me dejes caer, y asegura que la oportunidad de trabajar en un proyecto independiente propio con un nivel de profesionalismo tan alto es un sueño cumplido.
La obra nace en el aplauso
El pasillo en el subsuelo de El Foco que sorprendió e inspiró a Damian está iluminado con luces de neón rojas. Nos hacen pasar y bajamos hasta una suerte de antesala donde esperamos unos minutos. El color del cuarto, el humo y el silencio empiezan a crear la atmósfera y a hacernos parte de ella. Entonces empieza la música y pasamos a la siguiente sala, donde está el primer bailarín.
Algo mágico de la danza es la capacidad de crear movimientos que están en el borde de lo humano, pequeños patrones o motivos que casi podrías no reconocer. Esto toma otra dimensión cuando el bailarín está a medio metro de ti, pisando el mismo suelo. Ese formato, más habitual en el performance, quita del medio el pacto de ficción o pacto de otredad que establecemos con el escenario. Es imposible no compenetrarse con la escena cuando eres parte de ella, y la conexión con la propuesta se mantiene después de subir a la sala, a dónde nos guían los mismos bailarines, que en ese momento no es fácil percibir como tal, sino como auténticos seres humanoides de un universo paralelo -quizá el Universo Saban-.
A lo largo del programa voy recordando lo que decían Conti y Vicente, ese lenguaje de movimiento tan característico de Damian como bailarín, reflejado en la coreografía y encarnado en cada intérprete. Y pienso, sobre todo, en lo invaluable de poder ver una obra tan genuina, a la vanguardia en términos creativos, con los mejores bailarines del país y en el circuito independiente. Me atrevo a decir que una combinación de factores que solo es posible en Buenos Aires, y que no se puede dejar pasar.
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