Manon
Greta Elizondo y Sebastián Vinet. Fotografía: Paulo García. |
El pasado domingo 19 de noviembre inició la segunda temporada del ballet Manon en el Palacio de Bellas Artes con la Compañía Nacional de Danza. La historia de Manon Lescaut ha fascinado a las artes escénicas y dramáticas desde 1830, cuando se estrenó la primera versión del ballet basado en la novela homónima de Abate Prévost (1753). Sin embargo, el éxito definitivo de este montaje se logró gracias a la música de Jules Massenet en Manon, ópera de 5 actos estrenada en 1884.
Desde el siglo XVIII, Jean Georges Noverre escribió en sus
Cartas sobre la danza y los ballets,
que la tragedia es el género que debe
presentarse en un montaje de danza clásica. Por esto, tanto los ballets como
las tragedias en general suelen tener puntos en común muy particulares: la
mujer bonita, el amor, la traición, las pasiones, la muerte. Si estos puntos se
tejen de forma coherente en un buen argumento, obtenemos como resultados una
historia a la que casi ningún coreógrafo podría resistirse.
Fue el británico Kenneth Macmillan quien montó el ballet
en 3 actos que se baila actualmente en las mejores compañías del mundo, y que
hoy nos compete. L´historide de Manon,
como se tituló originalmente, fue estrenado en 1974, nueve años después de Romeo y Julieta, el éxito más grande de
Macmillan.
Pero ¿Cuál es la apasionante historia de la que hablamos?
Manon es una joven a quien, se deduce, su familia no puede
seguir manteniendo, ya que al inicio de la obra, va de camino a un convento. En
el viaje se encuentra con su hermano Lescaut, quien rápidamente nota la forma
en que los hombres la miran, y se da cuenta del gran negocio que supondría el venderla
al mejor pretendiente. Mientras tanto, Manon conoce a Des Grieux, un joven y
pobre poeta que se enamora de ella. Terminan escapando juntos, pero Lescaut la
persigue junto con G.M., el adinerado caballero que busca poseerla.
A partir de ese momento, los conflictos surgen de la lucha
interna de Manon contra sus propios deseos y contra los hombres que la
manipulan y acusan desde todos los frentes. Hay quien califica al personaje de Manon
como superficial, insensible y ambicioso. Hay quien, por el contario, lo ve
como una víctima de la sociedad de la época y de los siniestros sujetos que la
rodean. La situación es sumamente compleja, y quizá esto sea lo que más me
fascina de la historia.
Por otro lado, como elemento decisivo en la emotividad de
este ballet, tenemos la orquestación de Leighton Lucas sobre la partitura
original de Massenet. Como siempre que se trata de música, me cuesta describir
las razones. Hace un tiempo, alguien me dijo que no había poemas buenos ni
malos, simplemente poemas que funcionan y poemas que no. Es una idea que atraviesa
todas las manifestaciones artísticas, y la música de Manon funciona; se clava
en el pecho como una espada al rojo vivo; nos lleva al límite entre el tiempo y
la infinitud. Quisiera ejemplificarlo con la música de la siguiente escena,
donde Manon y de Grieux bailan, declarándose su amor.
Aprovechando este mismo video, paso al tercer punto y el
más importante: la coreografía. Hace unos meses tuve la oportunidad de hablar con
una bailarina de la compañía durante el montaje. Me dijo que era un ballet muy difícil.
Algunas secuencias son inorgánicas (no siguen la inercia natural del
movimiento) y requieren un gran control corporal. Pero además, todos los
personajes (particularmente los femeninos) son coquetos e insinuantes, por lo
que deben proyectar completa confianza en sí mismos mientras ejecutan los retos
técnicos. Y a pesar de que la coreografía pueda ser inorgánica de ejecutar, no
podría ser más agradable a la vista.
Uno de los mayores aportes de Macmillan a la danza clásica
fue la revolución al trabajo de pareja, el cual se aprecia perfectamente en el
video anterior. Incluyó más elementos acrobáticos y experimentó con los movimientos
fuera del eje de la bailarina. Pero también niveló un poco los roles de género
(suena extraño, pero es así). Al ver los pas de deux de Manon o Romeo y Julieta,
veo parejas completamente integradas, cuyos movimientos me llevan directamente
a la emoción, no veo simplemente a un hombre girando y elevando por los aires a
una mujer.
Estos tres elementos (argumento, música y coreografía),
determinan la excelencia o no de un ballet, y Manon derrocha calidad en todos.
A casi medio siglo de su estreno, es una obra de repertorio al nivel de las más
consagradas, y la favorita de decenas de bailarines que conozco.
Esta segunda temporada de Manon duró apenas una semana, pero
aún hay funciones los días jueves 23 a las 13:00, sábado 25 a las 13:30 y
domingo 26 a las 17:00.
Quiero escuchar más de cómo la poesía atraviesa la danza
ResponderBorrar¡Hola! La idea de lo que funciona y lo que no es lo que digo que se aplica a cualquier manifestación artística. Me gusta pensar que sin poesía no hay arte, pero es una idea personal. Podría intentar relacionar poesía y danza a un nivel analítico. Ya encontraré alguna motivación.
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