El amor de las luciérnagas de Alejandro Ricaño
*En colaboración con Zoombie Films
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Foto: Zoombie Films |
Comenzar a escribir sobre El amor de las luciérnagas me fue difícil. No porque no supiera qué
decir o porque no sintiera nada, tampoco sucedía que no hubiera entendido la
obra. Simplemente sentí la situación tan cercana y me hizo reír tanto, que me
costó trabajo tomar distancia para analizarla.
Esta historia gira en torno a María, una joven dramaturga
que después de terminar un tortuoso y largo noviazgo decide viajar al lugar más
lejano que se le ocurre: Bergen, Noruega. Buscaba paz para escribir una obra de
teatro que por fin la hiciera ganar un premio, pero lo único que encuentra son
fiordos y supuesta calma que se va transformando en una soledad mortal.
Quizá esta es una de las cosas que me conectó directamente
con el personaje; como escritor uno busca paz como condición fundamental para
trabajar, pero María arrastra su historia con Rómulo, el único novio que ha
tenido y a quien extraña a pesar de que no siempre la hizo feliz.
María compra una máquina de escribir en un bazar y se lanza
a crear, algo ebria y llena de autocompasión. En la historia que escribe, retrata
su actual situación en Bergen, pero además hace aparecer mágicamente a una
copia de ella, exactamente igual. La única diferencia es que no tiene defectos.
Al día siguiente, cuando esperaba en la fila del funicular
para ver los famosísimos fiordos, alcanza a ver a la otra ella. La máquina de
escribir estaba embrujada y volvió realidad su historia. Ahora debe llamar a su
mejor amiga llamada Lola para que la ayude a perseguir a la otra María, que
parece especializarse en reemplazarla con quienes más le importan: su familia y
su ex novio.
Lola fue sin lugar a dudas mi personaje favorito. Hay en su
interpretación una mezcla de inocencia con picardía, y sorprende
su lucidez ante los conflictos emocionales de la protagonista. Pero lo que más
me hizo encariñarme con ella fue su lealtad y la forma en que recupera ese
valor tan perdido en nuestra sociedad actual: la amistad.
La narración es interesante en varios aspectos. El papel de
María no es interpretado por una sola actriz, sino por tres, que además están
en escena todo el tiempo. Cada una representa un aspecto de la personalidad de
la protagonista y cumple un papel esencial en el otro aspecto peculiar de la
narración; el presente y el pasado se entrelazan para explicar las diferentes
actitudes y preocupaciones que asaltan a María. Durante estos flashbacks María es representada por la
versión de ella misma que mejor se adecúe al momento y a la situación.
Además de la representación de las escenas de la vida de
María, las tres actrices se van turnando la narración de las mismas. Considero
que dichas narraciones eran pronunciadas demasiado rápido, al punto de que por
momentos, entendía lo que estaba pasando más por ciertos gestos de los
intérpretes que por el texto en sí. Desarrollé algunas teorías arbitrarias
sobre la razón de la velocidad en las palabras, pero concluí que en cualquier
caso, demerita en gran parte la apreciación de la obra por parte del público.
El amor de las
luciérnagas ganó el Premio Bellas Artes de Literatura en 2011, y está
celebrando sus cinco años con una temporada en el Teatro Rafael Solana hasta el
30 de agosto de 2017. Se presenta los miércoles a las 20:30 y la entrada
general es de $250. La dirección es de Alejandro Ricaño y el elenco está
compuesto por Sonia Franco, Ana Zavala, Sofía Sylwin, Sara Pinet, Hamlet
Ramírez, Pablo Marín, Miguel Romero y Luis Eduardo Yee.
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