En casa en el Zoo
*En colaboración con Zoombie Films
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Odiseo Bichir e Itari Marta. Fotografía: Zoombie Films |
En 1960, se estrenó en Nueva York El cuento del Zoo, la primera obra del dramaturgo estadounidense Edward Albee, de 32 años. Esta puesta en escena en un acto pronto se volvió una de las más importantes del siglo XX y le dio renombre a su joven autor.
El argumento se desarrolla en
Central Park, en la isla de Manhattan. Un hombre de mediana edad, pero que
aparenta más años por su conservadora forma de vestir, se encuentra sentado en
una banca, leyendo y fumando tranquilamente de una pipa. Su paz se ve
perturbada por un hombre joven que se percibe opuesto al
primero en todos los sentidos: ropa gastada y muy grande para él y una
tendencia al vagabundeo mientras camina. Su nombre es Jerry. La primera
impresión se confirma con su primera frase: “He estado en el zoológico”, la
cual pronuncia como intentando llamar la atención del hombre en la banca,
llamado Peter.
Aquél Cuento del Zoo de Albee transcurría casi como un gran monólogo de
Jerry que va dejando ver a un personaje marginal totalmente descarriado y con
un claro resentimiento a todo lo que Peter representa. Incluso deduce con clara
ironía que Peter es un hombre casado, con dos hijas, dos gatos y dos
periquitos, burlándose de su vida predecible. A pesar de que las historias de
Jerry resultan absurdas e inverosímiles, son también entretenidas, al punto de
que logra capturar la atención del público y de su interlocutor, anunciando
cada tanto que lo que en realidad quiere contarle, es lo que le sucedió en el
zoológico.
Cuarenta y cuatro años después,
Albee escribió y dirigió una nueva versión de la obra, con una precuela que nos
introduce en la vida familiar de Peter. Él es un editor de libros de texto muy
importantes y muy aburridos. Cada vez que se sumerge en la lectura de uno de
estos textos, se abstrae totalmente del mundo.
En la primera escena de esta
segunda versión titulada Peter y Jerry, aparece
un tercer personaje: Ann, la esposa de Peter. La obra comienza con Ann
asomándose a la sala de estar donde Peter lee, y diciéndole a su marido:
“Tenemos que hablar”. Él la ignora olímpicamente y ella vuelve resignada a la
cocina. Sin embargo, después de un rato regresa y hace todo lo posible por
establecer algún tipo de comunicación, hasta que Peter se rinde y pone a un
lado el manuscrito que lo ocupaba.
Comienza entonces una conversación
aparentemente cotidiana entre marido y mujer que toca los temas más triviales,
pero Ann se va mostrando cada vez más desesperada, e intenta darle a entender a
Peter que, a pesar de que es un buen padre, buen marido y no le hace falta nada
material, a veces duda de que en su relación haya “eso que hace falta”.
“Imagino que imagino lo que no puedo imaginar”, dice Ann entre sollozos,
sintiéndose culpable de su insatisfacción. Pone de ejemplo sus relaciones
sexuales, donde a pesar de que subraya son placenteras, no dejan de ser
rutinarias y algo aburridas. Peter se justifica relatándole una desagradable
anécdota sexual de su adolescencia producto del exceso en el consumo de alcohol
y marihuana. A raíz de eso, generó una especie de trauma y ahora es
excesivamente cuidadoso en todo aspecto de su vida, particularmente en evitar
lastimar a alguien.
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Itari Marta y Odiseo Bichir. Fotografía: Zoombie Films |
Podría parecer que Peter es una
persona apegada a los valores morales de un modo casi enfermizo, pero esa idea
desaparece en la siguiente escena. Ann comienza a tener actitudes totalmente
inesperadas y a decir sinsentidos, no sin explicar que lo que busca es
sorprender a Peter, y éste en vez de llevarla a un manicomio, entra en su juego
y se divierte como niño, demostrando que realmente es un buen tipo, pero se ha
dejado llevar toda su vida, e incluso se deja llevar por el juguetón arranque de
locura de su mujer. Es entonces cuando este personaje lleno de conflictos sale
al parque con la intención de leer algún libro que “se pueda leer” (a
diferencia de los pesados y monótonos libros de texto que edita).
La locura de Jerry va ganando
camino en su mente porque desde el momento en que deduce su entorno familiar,
pareciera decirle: “Tú podrás tener televisión, un departamento frente a
Central Park y una familia aparentemente feliz, pero yo tengo algo que contar”.
Así, conocemos la historia de
Jerry y el decadente pero feroz perro negro que su casera tiene como mascota,
el cual siempre lo perseguía con amenaza de mordidas hasta las escaleras a las
que el animal no podía subir por diversas lesiones y heridas infectadas. Al
principio, Jerry intenta agradar al perro regalándole hamburguesas. El perro
las come como si no hubiera comido en su vida más que basura (lo cual es muy
probable), pero su actitud agresiva no se modifica en lo más mínimo. Hasta que
un día, Jerry intenta asesinarlo con veneno para ratas. El perro sobrevive pero
queda gravemente enfermo, y a partir de ese día no vuelve a ladrarle.
Además, relata su ingeniosa forma
de liberarse de la casera, que lo acosaba sexualmente casi a diario. Cada vez
que se veía encerrado entre el gordo cuerpo de la mujer y el portón de entrada,
Jerry decía: “Pero mi amor, ¿No te fue suficiente con lo de ayer?”. Y así, la
desubicada señora se quedaba regocijándose en los recuerdos de lo que nunca
sucedió.
Con estos dos pasajes de la vida
de Jerry, Albee representa situaciones de las relaciones y comunicación
interpersonales que son más comunes de lo que imaginamos: la manipulación y el
respeto del territorio ganado por el más fuerte. Esto nos introduce a la forma
en la que Peter va entrando en la narración de Jerry en vez de identificar su
enfermedad mental y huir despavorido.
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Odiseo Bichir y Bruno Bichir. Fotografía: Zoombie Films |
Jerry se sienta junto a Peter y comienza a desplazarlo hasta casi tirarlo de la banca. Peter le dice desconcertado que ya no puede moverse más y Jerry le ordena que se siente en la banca de al lado, y que si es bueno y obedece, le contará lo que pasó en el zoológico. Por primera vez, Peter se torna agresivo y lo llama "vago" mientras intenta llamar a la policía. La banca no es sólo un pedazo de madera y metal, la banca representa un territorio.
En las sociedades actuales, la
territorialidad se da de forma cotidiana sin que nos demos cuenta. Si las
clases altas se mantienen en su zona habitual, no serán agredidas por las
clases bajas y viceversa. El razonamiento que sigue Peter entonces, es: “¿Quién
se cree este tipo para intentar correrme de mí
banca? La banca en la que siempre me
siento.” No le importa si querer permanecer en la banca (a pesar de poseer
infinidad de cosas más que Jerry) tiene sentido o no.
Jerry incita a Peter a pelear por
la banca, a lo cual ambos se levantan con la clara intención comenzar una pelea
callejera. Jerry le ofrece a Peter una navaja para que el combate “sea más
justo” y a pesar de dudar un momento, acepta el arma y amenaza con darle una
última oportunidad para que se vaya y lo deje en paz. Jerry simplemente obedece
y se abalanza sobre Peter, clavándose fatalmente la navaja en el estómago.
En Casa en el Zoo se presentará los sábados a las 20:00 y domingos
a las 18:00 hasta el 27 de agosto en el Foro Shakespeare ubicado en la calle
Zamora #7, colonia Condesa, en la ciudad de México. Esta puesta en escena
cuenta con Víctor Weinstock en la dirección y las interpretaciones de Odiseo
Bichir como Peter, Bruno Bichir como Jerry, e Itari Marta como Ann.
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