El Antiguo Colegio de San Ildefonso es y ha sido siempre
para mí, uno de los mejores museos de la Ciudad de México. Basta recordar a
maravillosos artistas de múltiples nacionalidades que he conocido en sus salas,
tales como Ernesto Neto (Brasil), Michael Landy (Inglaterra), Ilya y Emilia Kabakov
(Rusia).
Acudir a San Ildefonso es seguridad de ver un trabajo
interesante y de gran calidad, tanto de los artistas, como del equipo que monta
la exposición. Es por eso que no dudé en visitarlo en esta ocasión, a pesar
de no conocer a Cándida Höfer. Admito que ni siquiera estaba segura de que se
tratara de una exposición de fotografía.
En la primera sala, proporcionan datos biográficos de la
artista a través de una línea del tiempo vertical en la pared. Ahí me enteré
que nació en 1944 en Eberswalde, Alemania. Trabajó como fotógrafa en periódicos,
y asistió a la Academia de Bellas Artes de Düsseldorf entre 1973 y 1982, donde
estudió cine y fotografía. Además, fue una de las primeras discípulas de Bernd
y Hilla Becher en usar el color.
Una de las características de Höfer es viajar a un país,
fotografiarlo, y exponer los resultados en el mismo país.
La serie comienza con dos impresiones a gran formato
(180x135cm) del Teatro Degollado en Guadalajara, Jalisco. Una del escenario a
las butacas, y otra del palco central al escenario. Desde el primer momento, me
impresionó la precisión con la que retrata la simetría de la arquitectura. Por
algo ella los llama “retratos de interiores”.
Utiliza interiores de espacios públicos: museos, teatros,
iglesias y bibliotecas son los más comunes. Presenta este tipo de fotografías
en gran formato, de modo que al pararte frente a ellas el efecto es envolvente,
y por un instante, te sientes transportado al lugar original. A este efecto
ayuda en gran medida su trabajo de la luz, que permite apreciar el brillo de
todos los colores, sin claroscuros ni contraluces.
Sin embargo, también usa formatos pequeños (de unos 20x30)
con espacios más íntimos, en su mayoría puertas (titulados “accesos”),
barandales o pasillos. En su trabajo sobre Japón, retrató domicilios
particulares que también presentó en este formato.
Más o menos a la mitad de la exposición, hay una sala
dedicada a la proyección de 2 series fotográficas registradas al aire libre. Es
más complejo apreciar la estética en estos ejemplares, pero después de unos
minutos, comencé a distinguir los puntos en común, como la presencia de los colores
básicos, predominio de cierta tonalidad en un escenario inesperado o la
combinación estética de formas y colores en lugares como la puerta de un
estacionamiento público en el centro de la Ciudad de México.
Casi al final hay otra proyección. Esta vez se trata de un
pequeño documental donde la misma Höfer presenta su trabajo y explica el por
qué usa diferentes formatos y su relación con la intimidad del espacio.
Al final hay una mesa con libros de otros de sus trabajos alrededor
del mundo.
Salí de la última sala con una sensación en la mente y en el
cuerpo. Acababa de ver verdaderos retratos de lugares de todo el país que iban
desde el Palacio de Bellas Artes, hasta calles de barrios bajos de la ciudad. Y
en todos vi arte.
Pueden visitar la exposición hasta el 30 de julio de 2017 en
Justo Sierra 16, Centro Histórico. La estación de metro más cercana es Zócalo.
La entrada es libre para estudiantes y maestros con credencial, y los martes es
libre para todo público.
Con su obra se puede recorrer el mundo apreciando sus fotografías
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