Un espejo oscuro

Ilustración por @gebelia


Se habla mucho de no romantizar las enfermedades mentales. En general lo que se quiere decir es que no hay que confundir tristeza con depresión, ansiedad temporal o casual con trastorno de ansiedad o inestabilidad con bipolaridad. También se habla de no usar estas emociones como una manera de caracterizarnos.

Sin embargo, creo que hay muchas otras cosas dañinas para nuestra salud emocional y mental que están normalizadas. Me refiero a personas que sufren adicciones, ansiedad, depresión o discriminación en distintos grados y bromean constantemente con su condición, confundiendo estas bromas con autoaceptación; personas que construyen su imagen como eje de todo lo que son, confundiendo esta construcción con amor propio, y con imagen me refiero tanto a la imagen física (personas que suben selfies dos veces por semana o más) como a una postura que intentan evidenciar (militantes que solo postean sobre militancia política, feministas que solo postean sobre feminismo); personas que suben cajitas de preguntas a su historia de Instagram pidiendo explícitamente mensajes de apoyo porque se sienten tristes y/o ansioses, decidiendo ignorar cómo agrava la ansiedad el uso de redes sociales. Y hay más actitudes cada vez más específicas que siguen en esta linea.

En muchos casos son personas que quiero y me preocupan. En otros me enoja y me desespera. Cuando es alguien cercane, me atrevo a mandarle un mensaje o responder a su cajita de preguntas diciendo “no te hace bien buscar consuelo en instagram, pero siempre que te sientas triste puedes llamarme :)”. A veces me hacen caso por un tiempo, a veces se enojan conmigo, a veces me ignoran. Es tanta gente y es tan grande el problema que en la mayoría de los casos me supera y no puedo mas que observar.

Creo que no me senté a escribir esto antes porque es una preocupación que surgió y creció tan rápido que me daba desconfianza. Yo misma me habría sentido atacada de haberla leído hace 6 meses. Siempre valoré mucho la percepción que se tiene de mi, durante años viví los juicios como mi único parámetro de valor. 

Siempre me he comparado con otres en todos los planos, suelo sentir envidia, siempre me sentí miserable si no tenía las notas más altas o no me decían que era la más linda o la más divertida. Y lograr alguna de estas cosas o superar a mis pares tampoco me dio nunca ninguna satisfacción importante. Subir historias de mi cara, cuidar la estética de mi feed o postear cosas ingeniosas en Facebook no me ayudó en nada a ser feliz. 
Diría que me fue lastimando un poco cada vez que leía “Juan Perez y 37 personas más han reaccionado a tu publicación” y yo volvía a leer la lista completa de nombres con cada like.

Sigo sintiéndome mal por no tener al menos 9 en un examen y me cuesta salir a la calle si no estoy conforme con mi imagen, pero estoy empezando a dejar de usar mis redes como una extensión de lo que soy; dejé de mendigar aprobación disfrazada de cariño porque creo que el único cariño que vale es el que nos damos a nosotres mismes en desconexión y soledad porque ese es el único cariño autónomo, el único incondicional, el único real.

Escribo para generar diálogos que nos ayuden a crecer, que para eso está la comunidad ¿no?

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