Sobre separar al artista de su obra y otras opiniones impopulares


Hoy mi amigo Axel Acosta compartió en su muro de Facebook un artículo de Claire Dederer publicado en El País. Y escribió el siguiente comentario:

“Aquellos (así con el género gramatical masculino, no hace falta explicar por qué) que no logran entender que una obra de arte no puede ser disociada de su autor del mismo modo que, según defienden los críticos (también en masculino), una obra no puede ser disociada de su contexto histórico, se mantienen en un estado privilegiado que jamás es transgredido, pues las obras de arte de hombres como Woody Allen sólo fortalecen el régimen patriarcal en el que están inscritas y de paso favorecen a esos pocos privilegiados.
Si históricamente el arte se ha considerado Arte en función de su impacto social, por qué ahora deberíamos hacerlo de forma distinta? Simple, el patriarcado siempre tiene la posibilidad de ser un hombre ciego que, a elección, decide qué ver y qué no.
La obra de arte siempre excede al Arte mismo y su condición autoral está permanentemente ligada a él. La naturaleza de su autor es parte de la naturaleza de su obra. Lo quieran o no.”

Me interesó lo que dijo porque no estoy de acuerdo y las cosas con las que no estoy de acuerdo me parecen sumamente estimulantes. Por eso me tomé el tiempo de leer el artículo completo, a ver de qué se traba.

Quiero empezar diciendo que al no haber estado de acuerdo con el planteo de Axel, pensé que tampoco estaría de acuerdo con el artículo. Para mi sorpresa, este me gustó mucho, sobre todo porque a pesar de prometer una respuesta, no la da. Y no solo no la da, sino que termina abriendo muchas más incógnitas, cosa que -pensándolo un poco mejor- no me sorprende dado que la autora es escritora y no periodista. Aun así, difiero de muchos de sus argumentos, particularmente donde pretende poner en el mismo plato a distintos hombres que han sido expuestos como agresores: Weinstein, Allen y C.K. Yo considero este tipo de planteos bastante fáciles y peligrosos. Creo que pretenden salir fácilmente de una discusión que debería ser cualquier cosa menos fácil.

Pero me estoy desviando del punto que quiso hacer mi amigo en su posteo, que es, principalmente, al que quiero responder: no se puede separar al artista de su obra.

Esta declaración siempre me pareció, al igual que la idea de medir todas las agresiones con la misma vara, fácil y peligrosa. Se dice que es imposible deslindar la obra de su impacto social, pero se obvia la relación simbiótica que esto implica: no se puede deslindar el impacto social en la obra de la obra misma (y aunque parece que sí, no me estoy yendo a la mierda) porque esto querría decir que estudiar o apreciar el teatro griego podría ser de algún modo encubrir la misoginia, porque fue producido en un contexto donde las mujeres eran poco más que animales. Y esta misma comparación se puede hacer con cualquier producción enmarcada en cualquier tradición artística, porque toda nuestra historia es machista. Me parece, en todo caso, que los ejemplos más recientes nos descolocan porque no podemos separarnos de ellos como sí podemos, muy fácilmente, separar nuestra sociedad de la griega (lo cual es un poco naif también, pero bueno).

En el mismo momento en que Picasso estaba siendo un perfecto abusador, había otros millones de tipos en el mundo siendo igual de abusadores o peor, y si bien hoy en día condenamos la violencia y opresión que encarnaban, los encuadramos dentro de su contexto y ya está. A Picasso le exigimos otra cosa porque era un genio y tenía visibilidad no solo como artista, sino también como persona. Entonces, como Picasso era bastante un asco con las mujeres ¿Ya no vamos a estudiar su trabajo ni mantener su obra en los museos? ¿Vamos a negar que al ver el Guernica se nos despierta una avalancha de miedo y asco, pero a la vez de humanidad y misericordia? No, no podemos, porque aunque no nos guste, Picasso fue un genio. Y uno grande. Y renunciar a su obra significaría una pérdida muy importante para el arte (que no es más que una parte de la memoria) al menos dentro de la historia del siglo XX, la historia que nos conforma a nosotres.

A mí la discusión sobre Allen la verdad mucho no me importa porque sus películas siempre me parecieron romcoms malonas que se salvan porque son bonitas y medianamente inteligentes. Y por mí que desaparezcan todas sus películas, me da igual. Les fans de Allen por favor ignórenme.

Lo que más me gustó del artículo de Dederer fue la segunda parte, donde habla del egoísmo como materia fundamental del artista y de cómo el egoísmo nunca será algo que le será reprochado al hombre artista, mientras que ese mismo egoísmo es imperdonable para la mujer artista. Me parece un buen punto de partida para un debate real sobre la figura del artista en cuestión y como toda nuestra cultura está hecha para idolatrar a un perfil en el ámbito público, pero condenarlo en el ámbito privado:

"Jenny Offill aborda esta idea en un fragmento de su novela Dept. of Speculation, un pasaje muy comentado por las escritoras y artistas que conozco: 'Mi plan era no casarme jamás. En lugar de ello, iba a ser un monstruo del arte. Las mujeres no llegan casi nunca a ser monstruos del arte, porque los monstruos del arte solo se ocupan de ese arte, nunca de las cosas cotidianas. Nabokov ni siquiera cerraba su paraguas. Y Vera le humedecía los sellos'. (...) ¿Cómo de egoísta debo ser para ser tan buena artista como tú? Muy egoísta, según he descubierto observando a esos hombres desde lejos. Egoísta de cerrar la puerta y no hacer caso a tu hijo cuando trabajas. Egoísta de trabajar todos los días, incluidas las fiestas, incluido Navidad. Egoísta para irte semanas seguidas de gira para promocionar un libro. (...) Tan egoísta para hacer lo que haga falta."

Y eso va mucho más allá de separar al artista de su obra, porque les humanes somos criaturas más complejas de lo que pretendemos que sean en este tipo de debates, y por eso me parece acertado que Dederer no busque dar una respuesta a su propia pregunta: porque sabe que una respuesta solo respondería a su necesidad de certidumbre y no a la realidad que la atormenta.

A les artistas nos hace bien decirnos a nosotres mismes que somos más que lo que producimos, y creo que nos sirve porque es verdad. Nuestra persona no se reduce a nuestra obra, y por tanto, nuestra obra no puede reflejar la totalidad de nuestra persona. Aunque no nos guste, un artista puede ser profundamente sensible y tremendamente inteligente y reflejar eso en una película, libro, sinfonía o cuadro que nos haga llorar de la emoción, y al mismo tiempo ser lo suficientemente arrogante, inseguro y miserable como para arruinarle la vida a su entorno cercano. En la mayoría de los casos, ese entorno cercano van a ser las mujeres de su vida, porque somos el género históricamente vulnerado económica, social y psicológicamente, gestado y criado para estar en desventaja al momento de exigir lo que es nuestro, y el bully siempre va a poner sus peleas donde sabe que puede ganar.

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