John Berger. El mundo en cada detalle



Ahora sé que el 2 de enero de este año murió John Berger a los 90. Por esos días, mi padre apareció con un librito de ediciones de la flor llamado Cada vez que decimos adiós. John Berger, decía sobre el título con letras más pequeñas. Mi padre dijo que era hermoso y que debía leerlo, pero a mí ni me sonaba el nombre del autor y lo dejé pasar, como tantas cosas.

Me digné a empezarlo un par de meses después, sin tener idea de con qué me iba a encontrar. Abrir ese libro fue como resbalarse y caer sin remedio en lo que parecía una laguna tibia, transparente y profundísima, pero lo suficientemente salada como para hacerte flotar. Sí, así de intenso, pero vamos por partes.

Este libro contiene 24 ensayos publicados en diferentes lugares durante varios años, y tratan distintos temas; desde reflexiones sobre la naturaleza del cine, hasta el por qué la estética del arte clásico español, o una visita al zoológico. Todo esto a partir de alguna imagen, ya sea una fotografía, un boceto o un cuadro. Me maravilló la lucidez en la escritura de Berger. Escribía desde esa convicción humilde que te desarma, porque te hace sentir como algo parecido a un confidente.

Una de las cosas que más me gustaron entonces fue su forma de hablar de los artistas. Nunca parecía atacar ni halagar a nadie. Cuando se atrevía a usar algún adjetivo como ejemplar o único, era solo como preámbulo para una detallada reflexión de por qué le parecía así la persona o su trabajo. Se supone que es lo que cualquier crítico debería hacer siempre, pero este caso es distinto. Muchas veces parece divagar en temas alejados del que se está tratando, y de pronto ya entendiste qué es lo que está queriendo decir. Jamás se le olvida que está hablando del mundo, aunque se concentre en un detalle del mismo. Eso es lo emocionante.

Un día hablaba con un amigo sobre ciudades que nos gustaban. Él me decía que su favorita era Rio de Janeiro, pero le costaba poner en palabras por qué. Después de un rato me dijo que geográficamente, la selva parecía avanzar sobre la ciudad, y que la sensación era esa, “pero si querés describir una ciudad, no podés decir que tiene un olor a selva”. “Sí que podés”, le respondí. Berger lo hace todo el tiempo, pensé. Después de una pausa me dijo, “bueno, sí podés, si sos muy capo”. Yo ya tenía claro que Berger era muy capo, pero esa fue la primera vez que me pregunté qué era lo que lo volvía muy capo. Tal vez el no tener miedo a compartir lo que sentía. Tal vez el saber que nadie puede separar lo que siente de lo que piensa, y él pensaba y sentía mucho, como todos los artistas que admiramos.

Además de Cada vez que decimos adiós, mi padre me dejó Un hombre afortunado, quizá previendo la bergeradicción que se apoderaría de mí. Este libro sigue la vida John Sassal, un médico rural que no busca curar solo cuerpos, sino también almas. Al leer las reflexiones de Berger sobre el trabajo de Sassal, descubrí que aquella forma de referirse a los artistas era su forma de referirse a casi cualquier ser humano. Uno de sus libros más famosos es Modos de ver, el cual aún no leo, pero al parecer es toda una referencia como introducción a la crítica de arte. Y estoy segura que lo que hace a Berger un buen crítico es su absoluta conciencia de qué lugar ocupa él mismo, y qué lugar ocupan la obra y el autor en la sociedad, en la humanidad y en el mundo.

Hace unas semanas, mi padre me envió un tercer libro: Con la esperanza entre los dientes. También está compuesto de artículos y pequeños ensayos, la mayoría publicados en el periódico La Jornada entre 2002 y 2005. Y me sigue sorprendiendo mientras habla de poesía, de la invasión israelí en Palestina, del deseo erótico, de la muerte, de marxismo, del tiempo, del significado de un muro. Nada se le escapa, porque nadie puede escaparse de nada, aunque no quiera verlo.


Mientras escribo estas líneas, viene a mi mente el fotógrafo brasileño Sebastião Salgado. Lo conocí hace unos años a través del documental La sal de la tierra. Pienso que sus fotografías me hacen sentir cosas parecidas a los textos de Berger, y que debe existir algo que hayan hecho juntos. Escribo “john berger sebastiao salgado” en google y doy enter. Bam, como resultado aparece The Spectre of Hope, un documental del 2002 que muestra el trabajo del Salgado a lo largo de 6 años y 40 países, mientras el fotógrafo platica con Berger. Hermoso, bendita globalización y bendito internet, ojalá solo sirvieran para estas cosas.

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