#FuerzaMéxico



No voy a juzgar a nadie, tenemos una necesidad instintiva de congratularnos. Lo que busco hoy es pedir que se tenga cuidado.

Tras el sismo del 19 de septiembre en la Ciudad de México, miles de personas han hecho de todo para ayudar a los afectados: salir a remover escombros, comprar herramientas, llevar comida, transportar brigadistas, compartir información en redes sociales o todo junto. Incluso se han generado discusiones sobre si está bien o mal que uno suba fotos de cómo y dónde está apoyando. Hay quien dice que es una actitud egoísta e hipócrita. Hay quien lo ve como una forma de difusión y agradece. Yo creo que el problema es más profundo.

No vi a toda la gente compartiendo información para ayudar a los estados afectados por el terremoto del pasado 7 de septiembre, cuyas consecuencias siguen siendo desastrosas; se han registrado alrededor de 6 mil sismos en la zona de Oaxaca y Chiapas, de los cuales recuerdo al menos 4 de magnitudes importantes.

Circularon varios memes al respecto. Algunos podrían parecer inocentes, como el que hace burla al eslogan del gobierno federal “Mover a México”, pero seamos sinceros, provocan que el problema se tome a la ligera.

Los primeros días después del desastre en la Ciudad de México, mi Facebook estaba repleto de gente pidiendo y ofreciendo víveres, relevos y albergues. Había en todo esto una profunda seriedad, incluso vi publicaciones pidiendo que no se hicieran chistes sobre el terremoto. Y no los hubo. Esta vez lo sintieron de cerca, quizá colapsó un edificio frente a sus ojos, perdieron a alguien bajo los escombros, o simplemente se vieron formar parte de la desesperación que la ciudad transpiraba.

No habían pasado 12 horas, cuando los reporteros de la televisión y los periódicos ya hablaban de solidaridad, del asombroso apoyo civil, de que México es fuerte y va a salir adelante. Un par de días después, la gente publicaba exactamente lo mismo en sus perfiles personales de Facebook, Twitter e Instagram, muchas veces con el hashtag #FuerzaMéxico. Algunos incluso pusieron la bandera en su foto de perfil. Les entró el discurso completito.

Podemos decir que una consecuencia positiva del sismo de 1985, fue el surgimiento de asociaciones civiles y organizaciones no gubernamentales en respuesta a la inutilidad del gobierno de Miguel de la Madrid ante el desastre. Pero el destino de muchas de estas agrupaciones fue integrarse en partidos políticos que al ser reconocidos y beneficiados con presupuesto, se vuelven absolutamente vulnerables a la corrupción (tenemos el caso del Partido de la Revolucionario Democrática). Nada de esto es casual.

La mayoría de la gente insiste en que el terremoto nos abrió los ojos y nos hizo valorar más nuestras vidas. Esto último es evidente, si la muerte te roza la piel y no le temes, eres claramente suicida, pero lo de abrir los ojos, lo dudo. La ciudadanía responde porque ve los efectos de su esfuerzo casi al instante; pueden sentir el peso de la roca que están ayudando a remover; ven que las 2 bolsas de comida que llevaron forman parte de un centro de acopio lleno hasta el techo. Todo esto es bueno, pero no significa que estemos unidos en comunidad, significa que reaccionamos ante una situación extrema. Nos demuestra el valor de las pequeñas acciones.

Hablar de comunidad es algo mucho más complejo. Si estuviéramos unidos como mexicanos, habría habido la misma respuesta frente al terremoto en Juchitán o en la Del Valle, y desgraciadamente no la hubo. Hablar de comunidad significa tener también conciencia de los damnificados del gobierno (los presos políticos, los que pagan impuestos y no reciben lo que les corresponde, las víctimas de la inseguridad). Hablar de comunidad significa tener conciencia política y no tragarse el eterno “pues si todos son lo mismo, ya para que votar”. Hablar de comunidad sería darle sentido a nuestra ciudadanía en todos los aspectos.

En estos días también se dijo que somos la prueba de que no necesitamos al gobierno (¿O sea que podemos desentendernos de quien retiene nuestro dinero y salir adelante solos con lo que nos queda?). Se dijo que la organización ciudadana que vivimos se llama anarquía, pero afortunadamente no siempre habrá terremotos para unirnos.

Vivimos una crisis económica, social y humanitaria. Me duele decirlo, pero no confío en que esta conciencia se mantenga cuando sea dispensable, porque siempre se nos olvidan las cosas. Se nos olvidaron las reformas energética y educativa; se nos olvidó el 132; se nos olvidaron todos los fraudes electorales; se nos olvidó la lucha por 43 normalistas desaparecidos (se cumplieron 3 años y se hizo una marcha que los recuerda, pero que perdió la fuerza para exigirlos).


México puede salir adelante, pero no es fuerte aún.

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