Gabriel Vico: El trabajo artesanal de la imagen
Fotografía: Gabriel Vico |
Nunca habíamos
hablado mucho. Ambos éramos tímidos cuando la
vida nos puso frente a frente. Tengo un claro recuerdo de Gabriel en un evento
de la primaria. Debió ser hace 7 años, yo tendría 11 y él 10. Estaba haciendo fotos con una cámara profesional
y me impresionó lo adentrado que estaba en su trabajo. No notaba que todos lo
veían con curiosidad.
La historia de Gabo y
la foto comienza cuando él tenía 6 o 7 años. Su papá
compró una cámara, y a él le llamó la atención. Un día la tomó y comenzó a oprimir botones. Nunca le
dijeron que no la usara, nunca le pusieron límites. Después de 3 años, su curiosidad lo llevó a entender
mejor la lógica del sistema. El padre de Gabriel estudió cine, y aclaraba dudas
técnicas que le iban surgiendo.
“Mis padres me veían usar la cámara, y no lo tomaban muy enserio, pero
yo me clavé muchísimo. Volvía de la escuela y en vez de jugar
Nintendo, tomaba la cámara y subía al techo a hacer fotos de los detalles, del
popote en profundidad, de todo. Siempre encontrando puntos de vista muy
atípicos.”
A los 10 años, su
madre le preguntó qué quería de cumpleaños. Gabriel respondió que quería hacer una exposición. Se lo
tomó en serio y juntó las fotos que quería exponer. Un amigo de su madre que
tenía una
galería en el edificio
Vizcaya sobre la calle Bucareli en la Ciudad de México, decidió
apoyar a Gabriel. La exposición se llamó A primera vista. Fue un éxito, se vendieron todas las fotografías. “Creí que tenía talento, así que decidí seguir. Hace poco volví a ver esas fotos. Me di cuenta de
que lo que ahora veo como composición, antes era intuición pura. No sabía por
qué, pero me gustaba el encuadre. Me hacía
sentir bien, entonces en ese momento apretaba el botón, hacía la foto.”
Al año siguiente, Gabriel fue vivir a Italia
con su madre y se quedó sin cámara. Solo tenía un iPod Touch con el que siguió haciendo fotos. Más o menos por
esa época, salió la red social Instagram y
comenzó a subir sus fotografías. Incluso las corregía e intervenía con aplicaciónes
que encontraba por ahí. “Me emocionó ver que podía fusionar pintura, escultura,
arquitectura, todo en un encuadre. Me encantaba ver como la luz iluminaba los
objetos, como se iban degradando las sombras, creando
contrastes. Salir a tomar fotos de lo que sea era mi momento de paz, me pierdo
en lo que estoy observando y no pienso más, me desconecto.”
Regresó a México en 2012 y fue entonces cuando apostó todo a la
fotografía. “Siempre he tenido mis ángeles del medio. Creo que no es cierto que hay
que sufrir para hacer arte. Si estás sufriendo y haces arte, debería hacerte
sentir mejor, le estas sacando provecho a algo que podría destruirte.”
En 2014 volvió a
Italia y le regalaron un iPhone 4, con el cual podía hacer algunas cosas más,
como regular la exposición. “Vivimos en Milán y después en Valle d’Itria, un lugar bellísimo en el que había siempre una luz preciosa,
como entre azul y escarlata. Al inclinarse el sol, teñían los cielos de rojo.
Podía salir a caminar y hacer fotos de todo. Comencé a enfocarme en ese presente, todo eso que veía.”
En
Italia cursó dos años de liceo artístico, o sea una escuela preparatoria con orientación hacia
la ilustración, dibujo, escultura y arquitectura. “Te decían ‘dibuja este vaso’ y si no lo
dibujabas como te pedían, cero. Entonces por obligación había que ver cuál era el punto de luz y el de sombra; todo
eso que intuía desde chico, pero ahora sería dibujarlo y usar pintura, esperar a que se secara para pasar la
siguiente mano, raspar el barro para crear un volumen, etc. Todo eso me dio la
idea de poder hacer de la foto algo más artesanal.”
Regresó a México y empezó a usar Instagram como una forma de
mostrar sus fotos (sin tener que hacer exposiciones) y ver el trabajo de otra
gente por todo el mundo. Encontró también
muchas referencias.
Se dio cuenta de que
sus fotos valen cada vez más y comenzó a incursionar en distintos ámbitos.
Actualmente ya lo llaman para trabajar. Confía en que lo más importante es creer en
tu vocación y en tu trabajo, dejar tu esencia. Buscar disfrutar cada instante.
“Si me muero mañana no quiero quedarme en el hubiera. [Tuve la suerte de
descubrir lo que me gustaba muy chico] y gracias a eso ya tengo diez años de
experiencia ¡Es como si hubiera ido a la universidad casi tres veces!”
La meta de Gabriel es
ser director de cine, pero sabe que eso va a llegar después. Primero quiere ser fotógrafo. “En el mundo
artístico, prefiero ir por la jungla, en una de esas encuentras un templo maya que
nadie había
visto.” Gabriel asegura que
lo importante es empezar a hacer ruido, que la gente escuche de ti, colaborar.
Al inicio tienes que hacer de todo por experiencia, el capital va a llegar después.
Gabriel busca que la
foto sea como un lienzo en el cual pueda plasmar todos sus conocimientos, hacer
de cada foto una obra de arte, tardar
el mismo tiempo en una foto que en una escultura. Desde que encuentra el
encuadre, hasta decidir ponerle un filtro o una hoja en primer plano para sacar
de foco el fondo (tipo J. J. Abrams), siempre juega con los elementos que
tiene.
Desde chico, su padre
le enseñó que tomando una foto, podías usarla como fondo y pintar en ella con
Photoshop. “Al principio dibujaba monstruitos y cosas así, pero luego descubrí
que podía manejar la luz y las sombras como quisiera. Ahora ya puedo decir que
sé usar el 20% del software. Yo creo que
solo quien lo creó logra usarlo todo (risas)”. Desde de ver algo que le gusta,
ya está pensando si se vería bien a blanco y negro, o si debe subir un poco
más el brillo, etc. Aplicar una perspectiva propia.
Experimentar. A Gabo
le encanta la foto con el teléfono,
considera que es el mejor entrenamiento que la fotografía artesanal requiere.
Actualmente usa un iPhone 7 y ha hecho muchos proyectos con él.
“En esta profesión
nunca dejas de aprender. Si vas a filmar a un doctor, aprendes de medicina, si
quieres saber cómo son los pingüinos, te vas a filmar a los pingüinos, puedes
hacer todo lo que quieras dentro de un rectángulo. Si se te ocurre una historia
también, es un tratamiento artesanal: escribes
el guión, ves que encuadres podrían quedar, planificas todo y al final haces
una película. Todo esto me parece muy mágico, el trabajo artesanal de la imagen.”
Además de la
fotografía, Gabriel tiene una pasión por la escalada, lo ayuda a centrarse.
Piensa demasiadas cosas al mismo tiempo y escalar lo obliga a ser esquemático,
saber a dónde quiere llegar y por donde tiene que pasar para lograrlo.
Ha hecho del mundo su
escuela, tiene grandes aspiraciones y pocas expectativas. “Pienso que hay que
fluir en el torrente las oportunidades. Es como en el futbol, si está el balón
en el aire y tú estás parado donde debes, te va a caer a los pies. Si estás
pensando en empujar al otro, te vas a desconcentrar y no va caer donde debe.”
Mucha gente dice que
en México no hay trabajo. Gabriel opina que
sí, pero hay que crearlo. Por ejemplo, si él entra a un crew de trabajo de doce personas durante tres
meses, tendrá siempre una sonrisa, no dará problemas y hará bien su trabajo. Si
tiene que limpiar los lentes los limpiará y si tiene que arreglar la cámara lo
va a hacer. “Ser asistente de foto es una joya, los fotógrafos con los que he
trabajado me enseñan de todo y me dan consejos muy valiosos.”
Gabriel no siente que
cometa errores. Cuando se equivoca, sabe que es algo que debe pasar para seguir
aprendiendo. “Creo tanto en lo que hago que si no creo, no soy nadie. Busco
aprender y enseñar a quien pueda, porque enseñando se aprende. Si tú me preguntas ¿has trabajado con vaqueros?
pues no, pero si me ponen un vaquero en frente, va, no tengo miedo.”
A continuación algunas fotografías de Gabo tomadas de su cuenta de Instagram, @gabvicont
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