El jazz estrafalario de Faralae


Hace ya un tiempo que se abrió el primer Debarbas sobre la calle Nueva York en la colonia Nápoles. Un local pequeñito que desde el principio jalaba el ojo por las letras vistosas anunciando cerveza artesanal, la caricatura de un mono pensativo y el toldo de palma. Rápido se hizo de un ambientazo, cada vez más mesas y sillas de diferentes juegos sobre la banqueta,  tiras de luces y alegres comensales. La verdad  es que nos tardamos en visitarlo, pero más vale tarde que nunca. Una vez que te sientas en ese lugar, comprendes de inmediato el éxito del que goza.

El sábado pasado cenamos en ese Debarbas y nos tocó música en vivo. Alejandro Martínez Gil en la guitarra, y Liliana Buneder en la voz, llenan el aire de jazz estrafalario, fresco, lleno de sentimiento que evoca el jazz manouche de los años 40.

Interpretan sus propios arreglos para un sin número de canciones de todos los géneros. La noche que me tocó escucharlos comenzaron con un clásico del R&B que logra poner a todos en ambiente: “Hit the road Jack” de Ray Charles. Pero en poco tiempo se trasladaron a “Como dos extraños” tango del polaco Goyeneche, y de nuevo al jazz de Nuevo Orleans con “Petite fleur” de Sidney Bechet. La lista seguía y seguía, mientras Liliana cantaba en español, inglés, francés, portugués o trompeta. Sí, también imitaba el sonido de instrumentos de viento y percusiones con la boca, además de silbidos, chasquidos, chiflidos, palmadas y el sonido líquido de una armónica.

Para este momento, no pude evitar empezar a anotar en una servilleta todo lo que pasaba. No pensaba en publicarlo, solo sentí que no podía olvidar aquello por ningún motivo.
Escuchamos también una magnífica versión de “La media vuelta” de José Alfredo Jiménez, pero lo más curioso fue cuando mezclaron “De música ligera” de Gustavo Cerati con “Wake me up” del DJ sueco Aviici, que entre risas, la cantante calificó como un “desarreglo” de la original.

El lugar se iba llenando conforme avanzaba la noche. Bueno, no es complicado que se “llene” por su reducido espacio interior, pero había cada vez menos lugares en las sillas de afuera. Incluso vi peatones que se detenían solo para oír y terminaban sentándose como parroquianos.

Fueron a un descanso donde se presentaron. Forman el grupo Faralae, del cual dejaré algunos enlaces al final de este texto.

Después de unos minutos que me parecieron realmente largos, regresaron a sus respectivos lugares frente a un pequeño espejo en la pared, rodeado de una enredadera sintética. Su música da la misma sensación que la decoración de Debarbas: elementos que no se acostumbra usar juntos, sin embargo la combinación resulta acogedora.


No se les escapó el bossa-nova, representado con la canción “Flor de lis”. Una de las meseras les pidió “La llorona”, y al principio creí que la habían ignorado, como tantas veces que se pide una canción y lo ignoran a uno, pero nada de eso. Fue la siguiente canción que tocaron, pero no la reconocí al principio. Para ser franca, fueron solo un par las que identifiqué desde la introducción.

Alejandro, además de acompañar a Liliana, nos regalaba cada tanto cascadas espontáneas de notas llenas de matices que generaban un estado de hipnosis en la mayoría de los espectadores.

Tal vez muchos sepan la historia de la canción “Que nadie sepa mi sufrir”, conocida como el clásico fiestero de la Sonora Dinamita, pero yo no. Es por eso que me sorprendí al escucharla en francés. Y claro, resulta que se trata de un vals peruano escrito en 1936 por el argentino Ángel Cabral. Edith Piaf la escuchó y le gustó tanto, que mandó componer la letra en francés, convirtiéndola en “La Foule”, que significa la multitud, el gentío, la muchedumbre. Posteriormente fue interpretada por Helenita Vargas, Julio Jaramillo, La Sonora Dinamita, Raphael, Julio Iglesias, Plácido Domingo, Liliana Bounder y mil más.



Mi favorita fue “El ropavejero” de Cri-Cri. ¿Será que me salió la nostalgia? ¿O fue lo más ocurrente de la noche? ¿Tal vez la lograda imitación de los pregoneros metropolitanos? ¿O todo junto?

Tener a los artistas tan cerca en un lugar tan pequeño no tiene precio. La comunicación llega a otro nivel, la energía no se disipa, se intercambian miradas, sonrisas y palabras.


Faralae se presenta en las dos sucursales de Debarbas, los jueves en Pensilvania #206 y los sábados en Nueva York #180, ambos en la colonia Nápoles en la Ciudad de México.

Pueden conocerlos mejor consultando su página web http://www.faralae.com/index.html o su página en Facebook https://www.facebook.com/faralae.jazz/?fref=ts

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